Uno de los avances más prometedores en la lucha contra el sida se ha producido recientemente: el aislamiento, a partir de personas infectadas con el VIH, de una serie de anticuerpos capaces de neutralizar no solo al virus que los indujo en el cuerpo del paciente, sino también a la mayoría de las cepas virales que circulan por la población humana.
Dos trabajos publicados en Nature por científicos de la Universidad de Harvard y los Institutos Nacionales de la Salud, ambos en Estados Unidos, demuestran ahora que ciertas combinaciones de esos anticuerpos reducen de forma drástica la carga viral en macacos infectados. Ambos grupos proponen ensayos clínicos inmediatos en humanos. Los anticuerpos de amplio espectro contra el sida parecen contradecir la maldición mil veces repetida y comprobada que lastra la investigación sobre una posible vacuna desde hace décadas: que la enorme variabilidad del VIH convierte cualquier respuesta inmunológica contra él en flor de un día, en un éxito siempre relativo por culpa de su fecha de caducidad. Pero la variabilidad de un virus, como también se ha comprobado con la gripe, no es más que una máscara, o una colección de máscaras que confunden al sistema inmune para esconder la verdadera esencia del agente infeccioso: las cosas que son demasiado importantes como para cambiar con esa ligereza, los escurridizos talones de Aquiles del VIH. Los trabajos encabezados por Dan Barouch, del centro Beth Israel Deaconess de la Facultad de Medicina de Harvard, en Boston, y Malcolm Martin, del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID, uno de los institutos nacionales de la salud norteamericanos), en Bethesda, no utilizan directamente los anticuerpos obtenidos de la sangre de los pacientes; las personas que tienen la fortuna de desarrollar esos anticuerpos protectores son escasas, y su producción de sangre es tan escasa y valiosa como la de cualquierHomo sapiens. En vez de esto, los científicos han utilizado anticuerpos monoclonales, uno de los grandes avances de la medicina contemporánea, que les valió el Premio Nobel en 1984 a sus descubridores, César Milstein y Georges Köhler. Cuando el virus del sida infecta el cuerpo se inicia una guerra darwiniana: no solo entre las variantes del virus y los glóbulos blancos de la sangre (linfocitos), sino también -o sobre todo- entre unos glóbulos blancos y otros, en un feroz proceso evolutivo donde la célula que produce los anticuerpos más afines por el virus obtiene la recompensa de una mayor tasa de propagación. La tecnología de los monoclonales permite justamente clonar esos linfocitos: hacerlos inmortales y propagarlos cuanto haga falta, incluso a escalas industriales. Esto es lo que Barouch, Martin y los demás han hecho con los raros y valiosos linfocitos de los pacientes privilegiados de sida, los que producen anticuerpos potentes y de amplio espectro contra el VIH. La eficacia de estos anticuerpos monoclonales se comprobó primero en ratones humanizados (en los que la parte relevante de los genes del sistema inmune se han sustituido por su versión humana), y ahora han superado la última prueba antes de someterse a ensayos clínicos en humanos. Las combinaciones adecuadas de los anticuerpos monoclonales neutralizantes y de amplio espectro han logrado reducir la carga viral hasta niveles indetectables en un ensayo con 18 macacos rhesus que padecían una infección crónica con un virus muy similar al del sida humano: el SHIV, un híbrido del virus humano VIH y de su primo simiesco SIV, considerado por los investigadores el sistema modelo óptimo para preparar el salto a pacientes humanos. En los ensayos con macacos, el virus desaparece rápidamente de la sangre y sigue muy bajo o incluso indetectable semanas o meses después. Y lo que parece aún más importante: cuando el virus vuelve a subir al cabo del tiempo, ello no se debe a que haya mutado a una forma resistente (como ocurre ahora con los fármacos antivirales), sino a que los anticuerpos monoclonales se han reducido demasiado en la sangre; por tanto, basta reinyectárselos al mono para que el virus vuelva a bajar. Los laboratorios de Harvard y de los NIH en Bethesda proponen pasar a los ensayos clínicos en humanos cuanto antes. Creen que sus anticuerpos monoclonales pueden marcar un salto cualitativo en la lucha contra el sida. |